martes, 1 de junio de 2010

Pobre pero con glamour

¡Qué frustración!
Acabo de volver del cine, de ver Sex and the City 2. No pretendo hacer una crítica a la película en sí, sino a la falta de escrúpulos de estas féminas, que nos muestran un mundo de ropa estupendísima (aunque algunos modelos no me los pondría ni borracha), de fiestas, restaurantes y casas en Manhattan a la que la mayoría de las mortales no podemos aspirar. Que malas que son las jodías!

Una aquí, tiene que hacer cuentas desde el día en el que le ingresan la nómina para ver cuantas cervezas puedo tomarme al mes, para ver cómo pago el alquiler, si puedo permitirme una visita a Zara (aunque con H&M soy más que feliz) o si puedo tomarme un café moka una vez a la semana sin sentirme culpable. Pero ellas no.
Envidia, si señor, lo confieso. Por eso mismo confieso, porque así ya no es pecado.

Yo quiero un armario de esos llenos de ropa glamourosa, una cuenta corriente con muchos ceros, ser una profesional de éxito (aun queda por definir mi profesión, todo sea dicho) y tener un apartamento chulo, pero creo que tengo que conformarme con mi ropa de siempre, mis malabares para llegar a fin de mes, mi trabajo con uniforme horrible y mi habitación en casa compartida. Pero soy feliz y, para mí, eso es lo único que importa.

Ahora, si me disculpáis, me voy a la cama a rezar un par de rosarios para redimir mis pecados.

1 comentario:

  1. "Ahora, si me disculpáis, me voy a la cama a rezar un par de rosarios para redimir mis pecados."

    juas.
    tas redimía?

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