domingo, 6 de febrero de 2011

Cabo Verde

Escapando del frío edimburgués, decidimos pegarnos una escapadita en Enero. Decidiendo el destino, tan sólo había una condición indispensable: que hiciera calor. Después de mirar Dubai, Goa, Chipre (que quedó descartado por sus temperaturas no excesivamente altas en Enero) y Cabo Verde, nos decantamos por éste último. No hacía falta vacunarse, teníamos vuelos directos desde el Reino Unido y hacía calor. Reconozco que no sabía mucho sobre Cabo Verde, sólo que era una ex-colonia portuguesa formada por varias islas debajo de nuestras Canarias.

No voy a someteros al suplicio de contar día a día lo que hicimos, tan sólo puedo decir que lo pasamos genial. El hotel era perfecto, situado en una bahía con una playa preciosa. Estábamos unos 3 kilómetros al sur de Sal Rei, la capital de Boavista. Bueno, no sé si 3 kilómetros, pero dando un paseo tranquilo por la playa hasta la ciudad tardamos unas dos horas, con paradas para fotos y menesteres varios.

En Sal Rei viven unas 3.000 personas, siendo la población total de la isla de unas 9.000 personas. De esas 3.000 personas, casi un tercio viven en "las barracas", que son unas chabolas en las que evidentemente las condiciones de vida no son las más óptimas.
Me sorprendió que los edificios de apartamentos que se estaban construyendo fuera de las zonas de las barracas en Sal Rei fueran bastante modernos y no fueran más bien casas bajitas.
Según nos contaron los cabo verdianos que trabajaban en el hotel (por cierto, todos ellos muy agradables y atentos), no hay ni luz ni agua permanentemente a lo largo del día. El suministro se hace con una bomba, que deja de funcionar unas 8 horas al día, principalmente por la noche. Para beber, ya que en la isla no llueve, tienen una planta desalinizadora. El hotel tenía otra, de uso privado, que hacía que hubiera agua todo el día; eso si, recordando constantemente que el agua era un bien muy preciado y que no se despilfarrara.

El sueldo medio es de unos 300 euros (la moneda oficial es el escudo de cabo verde, aunque también se manejan muchos euros), que no dan para mucho, ya que por alguna razón los alquileres son caros.
En la isla no hay fábricas de nada, no se produce nada, así que todo se importa, ya sea desde Canarias o desde otras islas de Cabo Verde. Eso hace que comprar cosas sea extremadamente caro. Por curiosidad, entramos en un par de tiendas y un champú valía aproximadamente unos 5 euros, así que si se echan cuentas..
Hay un centro de salud para toda la isla y nos contaron que sólo hay dos médicos para las 9.000 personas.
Nosotros vimos una farmacia que tenía buena pinta, poquitas cosas, pero bueno. Cuando estás malo y vas al médico, te manda los medicamentos por unidades, tipo "dos paracetamoles", y así te los dan en la farmacia, con la receta. Si no, puedes pagar 50 euros por una caja de ibuprofeno. Si, 50 euros!

En la plaza del pueblo había una iglesia, una droguería, la biblioteca municipal (pequeñita pero muy apañada, tenía hasta libros en alemán!), el mercado, un par de tiendas, un poco más abajo el polideportivo.. pero la tienda estrella, al menos, la que más nos hizo reír y nos llamó la atención fue: un chino!!!!!
Los chinos, como las hormigas, en todos lados. La verdad es que fue un puntazo ver el "Mini supermercado Xu", así que entramos a verlo. Lo de siempre, el chino detrás del mostrador, escaso en simpatía y un dependiente cabo verdiano que nos seguía con miedo a que robáramos uno de los champús a 5 euros.
Imagino que tendría al chico ahí porque no se como sería el nivel de portugués de Xu, pero creo que del "Olá" no pasaba.
Hablando de idiomas, la verdad es que no tuvimos ningún problema. El portugués es el oficial, aunque en la calle se habla el creolo, y en español nos entendían y nosotros a ellos también, aunque los cabo verdianos del hotel si hablaban español más o menos. Los que no entendían eran los extranjeros (principalmente senegaleses), que había en la isla, pero se reconocían fácilmente, ya que los de CV son café con leche, algunos muy muy claritos, por la ascendencia portuguesa.
Por lo que nos contaron, ya ha habido algún roce entre los locales y los visitantes, por diferencias culturales (unos tienen más influencia europea y son católicos, y los otros, musulmanes).

Lo único que puedo decir es que nos alegramos mucho de haber conocido el país antes de que llegue el turismo en masa y lo exploten. La gente es amable, servicial, la comida está buenísima, las playas son preciosas, la temperatura perfecta.. en fin, unas vacaciones que han merecido la pena! Y si os animáis, salid del complejo del hotel y visitad la isla, que tiene desiertos, playas paradisíacas, oasis, un volcán (tranquilidad, no es del tipo Efijjikkaya), salinas y una gente muy amable.

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